Sales por la puerta, cierras con cuidado… y a los cinco minutos, ya está llorando, rascando la puerta o ladrando como si el mundo se fuera a acabar. O peor: cuando vuelves, te encuentras la casa patas arriba y cara de “yo no he sido”.
Tranquilo: no es que tu perro esté enfadado contigo. Tiene ansiedad por separación. Y aunque suene exagerado, es bastante más común de lo que parece.
Para él, tú eres su persona. Su referente, su seguridad, su compañía 24/7. Así que cuando te vas (aunque solo sea a por el pan), se le activa una alarma interna que no sabe cómo gestionar. No entiende si volverás, cuándo, ni por qué lo has dejado solo. Y eso, si no se trabaja, puede acabar pasándole factura a él… y a ti.

La ansiedad por separación no se “cura” con un castigo, ni con regañinas, ni dejándolo llorar hasta que se canse. Lo que funciona es ayudarle a entender que estar solo no es un drama, y que puede estar tranquilo incluso cuando tú no estás.
¿Y cómo se consigue eso? Con paciencia, rutinas, cariño… y sí, con algunas herramientas que le ayuden a gestionar ese rato sin ti.
Una de las mejores estrategias es el uso de juguetes interactivos, mordedores duraderos y rellenables, o productos que le mantengan la mente ocupada mientras tú no estás. Le ayudan a relajarse, a entretenerse y, sobre todo, a asociar tu ausencia con algo positivo (o al menos, no traumático).
En lladrucs.es hemos preparado una selección pensada justo para eso:
🧠 Juguetes tipo “KONG”, como nuestra TARONJA, que puedes rellenar con comida y congelar, para que se entretenga un buen rato.
🦴 Mordedores resistentes con textura, ideales para liberar tensión, como nuestro CACAHUET, BAJOCA o TRIANGLE, con cuerda ingluida.

Todo pensado para que, poco a poco, tu perro empiece a ver ese ratito solo como un momento más del día, no como un abandono.
¿Y tú? Tú también ganarás tranquilidad. Porque no hay nada peor que salir de casa con culpa, o vivir pendiente de si el vecino se queja, si está sufriendo o si vas a tener que reponer el cojín por cuarta vez.
Así que ya sabes: si tu perro lo pasa mal cuando te vas, no lo ignores ni lo “aguantes”. Ayúdale. Porque sí, te quiere con locura… pero también puede aprender a estar bien sin ti durante un rato. Y eso es un regalo para los dos.